Dominicano de una exquisita sensibilidad cuyos méritos como haijin han sido reconocidos en las sucesivas ediciones de El Tablón, el poeta Rafael García Bidó nos presenta en estas páginas una recopilación de casi 90 haiku en la que imperan las pulsaciones de la naturaleza, con su despliegue de encantos y su ritmo cadencioso, capturadas por el poeta a través de una admirable actitud de observación. En los 10 tópicos de los que consta el poemario conviven en armonía el clasicismo de las estaciones junto a otros temas más próximos a la intimidad y al ámbito personal del autor.
Huellas de unicornio
Rafael García Bidó
Escribo haiku porque me gusta como forma de mantenerme despierto a la belleza inherente en todas las cosas, a la armonía primordial de la naturaleza, a la vida de un cosmos que está a uno y otro lado de nuestra piel.
He ordenado esta colección de jaikus atendiendo, entre muchos temas posibles, al de las estaciones no sólo porque es parte de la tradición, sino también porque la observación y el sentimiento del paso de las estaciones ha sido uno de los signos de culturas que han vivido en gran armonía con la Tierra, como los primeros habitantes del norte de América o los taínos, que, en lo que es hoy la isla de Santo Domingo, celebraban la llegada de los equinoccios y solsticios en sus centros ceremoniales.
Los otros temas incluidos corresponden a lugares visitados (en la buena tradición jaikuista de poeta itinerante) o a entidades verdaderamente entrañables como la lluvia o los perros. La ciudad, finalmente, es el tema ineludible, escenario de la mayoría de nuestros días. Afortunadamente allí también florecen los robles y los flamboyanes y los rosados amaneceres son anunciados por el canto de numerosas aves.
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