Segunda visita en solitario a nuestra sección Libros de Haiku del joven haijin zaragozano Félix Alcántara Llarenas. Este poemario de números redondos -100 haikus tiene el lector ante sí- supone un intento por parte del poeta de capturar por medio de la observación un concepto muy personal al que llama "espíritu de las afueras".
Se trata quizás del poemario más mestizo de los publicados hasta ahora en nuestra revista: No en vano se mezclan inevitablemente en esas afueras, objetivas como el propio haiku, temas urbanos y naturales, de viejos y nuevos elementos, hasta formar, bajo tal contexto común, una única unidad conceptual.
El espíritu de las afueras
Félix Alcántara Llarenas
No creí que pudiera darle cuerpo a la idea del espíritu de las afueras, y menos que fuera a ser en forma de haiku; las oportunidades de recuperar una viejo sueño vienen cuando estamos desprevenidos.
Calculo que fue hace unos siete años cuando inventé al espíritu: volvía en coche con mi familia al apartamento que tenemos en Cambrils después de haber pasado la tarde en Salou. Era noche cerrada y en el interior del vehículo reinaba el silencio (o estaba yo tan abstraído que así me pareció). De repente apareció al pie de un gran terraplén una pequeña urbanización iluminada diáfanamente con una luz blanca. No se veía a nadie por la zona, ni en la calle ni en los pisos, era como si estuviese deshabitada (seguramente estaba recién edificada y apenas habrían vendido algún apartamento). Se adivinaba un lugar silencioso y solitario, artificial pero sereno, como imbuido de cierto espíritu: el espíritu de las afueras, pensé entonces.
A menudo aprecio lo mismo en los barrios del extrarradio de mi ciudad, aquellos que están en expansión y todavía no están demasiado habitados, cuyos edificios están más limpios y entre los cuales se ven grandes extensiones de cielo. Barrios que se despueblan a determinadas horas y por los que sólo pasan uno o dos autobuses.
Cuando me siento verdaderamente cómodo con algo que encuentro durante un paseo o que recuerdo más tarde recupero las sensaciones que atribuyo a esos lugares. Suelo plasmarlas en un haiku como podría hacerlo en un dibujo en la arena, en un aspaviento o en nada.
No creo que describir los momentos en los que el espíritu se asoma detrás de una esquina para desaparecer cuando vuelvo la mirada den cuenta de lo que experimento. Cada haiku puede ser una frustración en el intento de conservar o compartir el mundo que me llega cuando llega la serenidad, pero es la frustración más adecuada, la idónea; el espíritu de las afueras se comunica con haikus.
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