De nuevo el sol
se derrama en el bosque, pero está solo.
En el pinar
nadie tiene reloj y a nadie importa.
Ya florecidos,
los geranios destacan bajo la lluvia.
Las flores oyen
los cánticos que llegan desde la ermita.
En la ribera,
escuchando los pájaros cantar de noche.
Atravesada
por agujas de pino brilla la luna.
No viene nadie.
El sonido del río deja dormir.
La carretera.
Un olmo solitario guía las nubes.
El viento pasa
por las calles del pueblo. Todo respira.
Tarde de invierno.
Con la niebla del valle la de la sopa.
Hojas de higuera.
Ya es en vano que intenten cubrir los higos.
Crujidos rojos
impiden que me duerma ante la hoguera.
Panadería.
Magdalenas escapan hacia la calle. |