VII. Anonimato Si Ud. es de los que habita en una ciudad de más de un millón de habitantes, déjeme informarle de que tiene una herramienta muy valiosa a su favor: el anonimato.
A menos que se desempeñe en algún cargo público, o que sea el goleador del equipo local, Ud. seguramente camina por las calles de su barrio sin que nadie lo reconozca ni le pida autógrafos. Eso es una gran ventaja: Ud. es anónimo.
El anonimato que ya posee y que se ha ganado por el simple hecho de vivir en una ciudad, puede servirle de mucho si de haiku urbano se trata. Con esto en mente, simplemente atestigüe mientras camina, y en la calma que supone no tener que cargar con las miradas de los demás, olvídese de que su ego quiere ser satisfecho con escribir el haiku más citado de la historia. Recuerde que el maestro Matsuo Basho ya se le adelantó hace mucho con su celebre haiku de la rana que salta en el viejo estanque y hace ¡plash!
¡atronadora!
la sombra de un avión, deslizándose Félix Arce De tal forma que Ud. no tiene motivos para quedar bien con nadie. Salvo con Ud. mismo. Lo cual es más que suficiente. ¿No lo cree?
Vieja en harapos.
Al beber del desagüe arruga el rostro. Pedro Fanega Le anticipo que muy pocas veces lo escrito corresponde con el patrón clásico a seguir de 17 sílabas (5-7-5). Y, de ser así, intente ajustarlo. Pero por ningún motivo pierda de vista lo que quiso expresar en un principio.
Sólo al final del ajuste métrico, sea honesto con Ud. mismo y contéstese si valió o no tal esfuerzo. No lo olvide, el verdadero haiku va más allá de su apariencia.
detuve el taxi
para ver mejor la lluvia Tavo Israel López Balan
|