III. Ventanas de la ciudad
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Ahora, si lo prefiere, puede quedarse quieto y mirar lo que pasa a su alrededor desde el balcón. Es Ud. muy astuto y, llegado el momento, tampoco titubee en asomarse por la ventana de la oficina mientras su jefe esté fuera. Le hará bien a su ánimo un poco de aire.
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Lo mismo puede hacer mientras viaja en el transporte público, o en su coche bajo la luz roja del semáforo. Simplemente contemple. Sin siquiera acordarse de que está aprendiendo a escribir haiku urbano. Simplemente atestigüe.
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No tardará en descubrir que es muy útil para componer haiku saber enmarcar lo que Ud. quiere decir; saber mencionar lo necesario para callar el resto. Para lograrlo, asimile las ventanas de su casa. Note cómo sólo insinúan un poco de todo lo que ocurre afuera y lo demás lo dejan a su interpretación.
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El haiku urbano actúa en ese mismo nivel de percepción: menciona una fracción de la ciudad e insinúa el resto para que el lector lo descubra a su manera. Por ello, si lo que intenta expresar no cabe por esta ventana, reflexione si en verdad se trata de haiku.