XXIV. Campamento abandonado El sitio fue un campamento del Ejército Nacional. Una pequeña dotación de tres o cuatro militares para custodiar un vivero cercano, perteneciente a la Dirección General de Foresta.
Ellos instalaron el tendido eléctrico y antena para comunicarse por radio. Ellos hicieron una pequeña represa en el arroyo de una colina para alimentar un acueducto. En su momento tuvieron helipuerto.
Hoy el cuartel, sin puertas ni ventanas y rodeado de malezas, va cediendo a la intemperie. La yerba se ha apoderado de los caminos. La erosión ha variado el curso del arroyo y reducido la capacidad de la represa sin uso.
Allí los pececitos moran en el agua clara y semidetenida, sobre la que zumban algunos insectos. Alrededor impera la sombra de una variada población de árboles que en lo alto se disputan la luz solar.
De cuando en cuando una hoja cae y se amontona en el suelo. En lo que fue camino un caballo come. Y el silencio, que a veces todo lo llena, es tan natural como la brisa que viene y va.
Aquí y allá
finos rayos de luz pinchan la sombra.
Sin vigilantes
es el julián chiví quien da las órdenes. Rafael García Bidó
julián chiví: vireo altiloquus, ave migratoria, su nombre común es la onomatopeya de su canto. Muy pocos lo han visto. Canta oculto en el follaje y no parece acercarse al suelo. Su plumaje es verde olivo en la parte superior y gris blancuzco en la inferior. Mide unos 20 centímetros de largo.
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