| XVIII. Frutos del invierno  Las naranjas, que han estado presente todo el año, ahora adquieren su mejor sazón y están más jugosas y baratas.  Las toronjas son el deleite del desayuno, con su sabor fuerte matizado con un poco de azúcar. Y las rosadas un lujo de la vista, el gusto y el corazón, que siente la llegada de una nueva sangre.  Las mandarinas, unas más grandes y comunes, otras pequeñas y dulces, hechas de oro y cristal.  El limón dulce, dulce con un dejo de amargor, limpio, impecable, diamantino, para comer en compañía de los ángeles en días de dieta o ayuno.  Y, por los días de mi cumpleaños, el tangelo en sazón, con semillas pequeñas y una pulpa suave que se entrega complaciente.  A todos los trajo el invierno y los puso en la mesa con un lazo gigante de fresca brisa. 
Tranquilidad. En la pierna del monje un gallo canta. Rafael García Bidó |