III. Tina en el campo
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Aquella mañana, Tina salió de casa con zapatillas de deporte, pañuelo al cuello y gorrita con visera. En la mochila, en vez de libros, llevaba bocadillos. Se iba de excursión con el colegio. Un brillante autobús azul llevó a toda la clase hasta lo alto de una montaña. La ciudad, a lo lejos, parecía de plastilina. El director, con sandalias de goma y sombrero de paja, se apoyó en su bastón y dijo:
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-¡Quiero que toméis notas para una redacción que os pediré mañana!
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En ese momento unos grajos empezaron a graznar y el director tuvo que subirse a una roca para que lo oyeran mejor. Como luego no podía bajar, tuvo que ayudarle la profesora de gimnasia, que era ágil como una cabra. Tina escuchó con atención y sacó un pequeño cuaderno de su mochila para tomar nota de todo lo que viera. Al día siguiente, el director entró en clase y pidió, entre estornudos, que cada alumno leyera su redacción. Cuando le llegó el turno, Tina se puso en pie y leyó:
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La clase entera estalló en carcajadas y Tina se quedó sin recreo.