Haiku nº 1
La naturalidad de este haiku es la clave de su logro. El propio poeta no presupone a dónde va a llevarle este atajo que ha tomado. Se presenta a sí mismo abriéndose paso por entre la inocencia, mintiendo (azamuku) al guarda del templo. Y ahí es donde le sobreviene la cercanía con la existencia que producirá el haiku.
Se encuentra con la luna, sin que sea su objetivo. Sería desacertada la traducción:
Cruzo por el templo,
aunque sea mintiendo, por ver la luna con su halo de niebla La traducción del verbo azamuku por "silbar, canturrear" le haría perder tensión al haiku. Corresponden, en efecto, a la actitud de alguien que habiendo dicho una mentira y quedando impune, se considera más listo que los demás. Sería lamentable la traducción:
Canturreando, silbando,
mientras atajo por mitad del templo La luna con su halo de niebla Creo que puede llegarse a afirmar que un haiku es tanto más hermoso cuanto más fácil sea de malinterpretar. Es exactamente lo que puede ocurrirnos con este haiku de Taigi. Alguien que aún no hubiera calado en la médula del haiku japonés podría pensar que la luna está en neblina porque el poeta se ha servido de una mentira para contemplarla. Sería, pues, un haiku que utilizaría la luna para elaborar una metáfora del pecado humano. Más al contrario, en el haiku que Taigi escribió, una vez liberado de los traumas del lector, se nos dice que gracias a la mentira él ha acabado asistiendo a ese instante de contemplación. El oboro-zuki -una luna medio velada por la neblina- lejos de ser una merma en la belleza de la luna, para la sensibilidad japonesa, es un momento de gran esplendor y hermosura.
El éxito de Taigi es no haber eliminado su malicia de la experiencia de belleza que luego tuvo. No bastaba con decir: "Trochando por en medio del templo, una luna en neblina", y añadirle cualquier otro ingrediente de la belleza del momento: quién sabe cuántos otros elementos había allí mismo para haberlos incluido en el haiku sin causar la menor estridencia en el lector. Pero el poeta cree necesario, y ahí está el punto de genialidad, añadir a la escena la argucia que le llevó a ese instante de inmitidad con la luna. No para confesarse ni para culpabilizarse; simplemente, para hacer que la escena esté completa tal como fue en la realidad. Luna, niebla, atajo, un guarda de templo tonto o inocente, la desgana o la necesidad de no dar un rodeo... y una mentira. Esos son los elementos de la escena, y por eso mismo también del haiku. La picardía del poeta y la inocencia del que guarda la puerta del templo son las dos piedras que producen la "chispa poética" que incendia nuestro corazón. Lo que no sabe Taigi es que esa inocencia del guarda del templo -y que le permite atajar por él- es parte de una estrategia. El mundo utiliza nuestras mentiras para verse a solas con nosotros en momentos privilegiados.
Vicente Haya
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