XXXII. El haiku y las páginas de la Biblia: Antiguo Testamento Muchas veces el haiku presenta una gran afinidad con las escrituras sagradas. Esto es indiscutible respecto a los sutras búdicos. De hecho algunos poetas de haiku han sido monjes o monjas budistas, como Bashoo, como Onitsura, como Chiyo, como Issa, como Santooka...
Por lo que respecta a nuestra tradición occidental, no son pocos los puntos de semejanza del haiku con la Biblia. Citaré aquí algunos ejemplos de haiku que, por su ambientación espiritual, recuerdan pasajes del Antiguo Testamento (para hacer lo propio en el próximo artículo, sobre el Nuevo Testamento).
Existe una profecía mesiánica de Isaías (Is 42,3), que se aplica a Jesús de Nazaret: "La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará. Quiere decir que el futuro Mesías no vendrá a destruir, sino a restablecer y sanar."
Muy similar es el ambiente que transpira este haiku:
La orden que el poeta da a la rana madre se puede calificar de "ecológica" en términos actuales, pero en un nivel más profundo vemos ahí una actitud de respeto sagrado ante las plantaciones (seguramente de arroz, por la abundancia de agua, que atrae a las ranas). A la rana madre se le ordena llevar su renacuajo a la espalda y bien controlado, según la usanza de las mujeres japonesas con sus bebés; ya que su cría, dejada a su antojo, puede alborotar la superficie del agua con sus saltos, y destruir la quietud del plantío, e incluso causar algún estrago mordisqueando los brotes. La denominación de la rana como "hermana rana", que entraña un trato cariñoso, recuerda desde luego la figura, tan cristiana, de San Francisco de Asís, quien llamaba "hermanos" a los animales con los que se encontraba.
Otra profecía del mismo Isaías (65, 25) sobre la "nueva creación" nos dice: "El lobo y el cordero pastarán juntos, el león con el buey comerá paja."
Este pasaje bíblico me regresa a la memoria cuando leo el siguiente haiku:
Kuchinawa es un antiguo nombre para referirse a una serpiente. Alude a la forma de este reptil, semejante a una soga (nawa) podrida (kuchi). Este haiku nos sitúa en un escenario idílico, donde incluso la fiera serpiente acusa el efecto pacificador del croar de la rana. Hay una obvia similitud con la descripción que hemos leído en Isaías de la "nueva creación". De hecho el haiku, por su espontenidad, tiene mucho de "nueva creación".
Como última muestra, citaré un haiku que me trae a la memoria el comienzo del Salmo 19: "El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos".
La idea de "también" (mo en japonés) da a entender que, por supuesto, el agua del arroyo canta. Y, por si fuera poco, también las piedras lo hacen. Los elementos irracionales de la naturaleza colaboran, prestando su voz al unísono, en la alabanza del gran Ser. La actitud del poeta de haiku, aun no siendo confesional respecto a una religión concreta -y resulta incluso preferible que no lo sea expresamente mientras escribe-, siempre es religiosa, pues participa de una cierta religión natural. Esto es lo que mi buen amigo Vicente Haya llama "lo sagrado del haiku".
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala Universidad de Sevilla Nota: Las citas bíblicas, tanto en este artículo como en el siguiente, están tomadas de la "Nueva Biblia Española" -NBE-)
|