XXX. El haiku japonés como creación de la ultraconciencia (I) El haiku, siendo poesía, es un arte de creación; de creación relativa -desde luego-, así como lo es toda actividad que trata de producir algo nuevo partiendo de un material preexistente. El material preexistente aquí es el lenguaje. Y en el caso del haiku, éste se creó originalmente en lengua japonesa, aunque hoy día tiene un alcance universal; y creo -en principio, al menos- que cualquier lengua culta humana debe de ser apta para crear haiku, o para traducir a ella el haiku japonés.
El haiku, dada su brevedad métrica, se produjo con frecuencia oralmente, en especial en las rondas poéticas de tanka encadenado o renga, desde el periodo Heian. Después de ser pronunciados, aquellos hokku o haikai antiguos, ocasionalmente serían llevados a la escritura, o bien no lo serían, pasando así al olvido. Aunque la escritura no es decisiva para componer haiku -dada su brevedad métrica- sí lo ha sido para su difusión y conservación. Creo además que la costumbre de escribir tanka o haiku en los kakemono o rollos colgantes, compartiendo el arte de la palabra con los dibujos a la aguada -sumie o haiga-, ha rendido siempre un gran servicio a la perpetuación y difusión del haiku, y a la educación estética del pueblo japonés en torno a la poesía. El haiku ha llegado así, por vía visual también, a muchas personas.
La creación del haiku, aunque en principio no fuera netamente literaria por parte del haijin o poeta, ya que también -y sobre todo, antiguamente- se hacía haikai por entretenimiento, siempre ha estado presidida por un nivel superior de conciencia, que llamaremos "ultraconciencia".
La ultraconciencia no tiene nada que ver con el ultraísmo literario de Guillermo de Torre, ni tampoco con ese subconsciente humano que puede aflorar en los sueños. Como toda actividad humana, la creación de haiku puede estar influida por el subconsciente, pero no es ese el punto que nos interesa. La ultraconciencia no es soñar: es un especial despertar de los sentidos, de la imaginación y la mente en general, para sensibilizar a la persona en su entorno natural, haciéndola comulgar especialmente con la naturaleza, de la que forma parte.
Por contraste con la antigua leyenda "NON PLUS ULTRA", que en mapas antiguos marcaba la zona del cabo Finisterre (o "Fin de la tierra") -pues lo que a partir de allí aguardaba al navegante era el mítico "Mare Tenebrosum"- aquí proclamamos más bien el lema afirmativo "PLUS ULTRA" o "más allá". Se pretende ir más allá del conocimiento conceptual, desbordando sus límites, y así superarlos hacia un nivel de conocimiento más elevado, cuya base no sea dominar la naturaleza, sino comunicarnos con ella, y encontrar nuestro sitio en ella. No se trata de poner ante nosotros la naturaleza como objeto contemplado o cantado, sino concienciarnos de que somos naturaleza, y nuestro canto se eleva a una con el canto de la misma madre naturaleza.
Esta actitud cognitiva supone un vacío mental previo a la contemplación. Es la actitud típicamente representada por el monje poeta Santôka, en tanto que se encuentra recogiendo unas ramas para leña:
El esquema métrico de este haiku es irregular -7/5/8 sílabas-, como resulta ser muy frecuente en Santôka. Vicente Haya, en su obra Saborear el agua, sobre dicho poeta, traduce el presente haiku como:
Ni un pensamiento que cruce mi mente
mientras ando recogiendo ramas A veces tal estado de "mente en blanco" presupone una inversión de las categorías al uso. Es entonces la naturaleza "quien" nos conoce a nosotros, como en este antiguo ejemplo de Sôgi:
La idea de "comunión con la naturaleza", por el sólo hecho de sentirse el poeta inmerso en ella, queda bien expresada en este haiku de Sanpû:
Ariku es una forma antigua de aruku: "andar".
La polisemia gramatical en cuanto a la indicación de persona que comporta el verbo japonés, permite también traducir aquí: "Pasea los campos... noche de luna". Dicha noche es entonces la que también pasea los campos, a una posiblemente con el poeta.
Como en varias ocasiones ha manifestado el crítico Vicente Haya, en el haiku es un importante valor esa capacidad de admiración, propia de un niño, que el haijin o poeta experimenta y transmite. El haiku -y cito libremente sus palabras- es como ese dedo índice de un niño que exclama: "¡Mira, mamá!"
Se impone, pues, una reeducación de los sentidos: saber "ver", pero también saber "oír, oler, gustar y tocar". Bashô fue un maestro en todas las dimensiones del haiku, y también, obviamente, lo era en enseñarnos a ver. Es famosa su expresión yoku mireba...("si miras bien"), ya que -en palabras del mismo Bashô-: Haikai es lo que está ocurriendo en este lugar, en este momento.
Nazuna es la flor llamada "bolsa de pastor", que en japonés también se dice pen-pen-gusa.
Según el investigador Oseko Toshiharu (en su obra Basho’s haiku, vol. I, p. 41) se considera que el citado haiku de Bashô -producido en 1686, a los 43 años de su autor-, se basa en un poema chino de Cheng-Hao (1032-1085), que fue luego citado en un ensayo de Bashô titulado Minomushi no setsubatsu (Postscriptum del ensayo sobre la carcoma, l687). El poema chino dice así: (1)
"Cuando miramos con atención y serenamente, encontramos que todo cuanto existe se halla satisfecho consigo mismo."
Esa bella idea de "mirar con atención y serenamente", nos da el clima exacto contemplativo del haiku. También la que podemos llamar "autoestima cósmica" (todo cuanto existe se halla satisfecho consigo mismo) es aquí muy relevante.
Otra frase célebre de Bashoo era: "Aprende de los pinos, aprende de los bambúes" (2). Nos refiere esta expresión Hattori Dojô, discípulo de Bashô, quien cuenta las enseñanzas directas del maestro tal como él las recibió. He aquí el comentario de Bashô: "Evita las interpretaciones arbitrarias de las cosas, y tendrás una completa unidad con la naturaleza, sin distorsión alguna subjetiva". (Oseko, o.c. 1, 4a)
Onitsura, poeta ligeramente posterior a Bashô, se refiere con toda claridad a un conocimiento integral, donde entre el olfato:
Quiere decir que la flor del ciruelo hay que conocerla valiéndose de la mente -kokoro: un complejo anímico que supera a la mera inteligencia-, y también mediante el aroma que la flor desprende, y que captamos por el olfato. La nariz es muy importante como símbolo de la persona, ya que los japoneses para señalarse a sí mismos lo hacen tocándose con el dedo índice la punta de la nariz. Por lo demás, en la escritura de este haiku japonés aparece, como una travesura, y en el lugar correspondiente a "nariz", el ideograma de "flor", hana, palabra homónima con "nariz".
Este conocimiento integral que postulamos requiere no despreciar ninguna realidad como fea o rechazable. El mismo Onitsura no tiene reparo en cantar la "caca" del "ruiseñor", a una con su gentil figura:
A la letra, habría que traducir "en la ramita del ciruelo", pero lo obviamos por razones métricas.
Me llama también la atención el hecho de que Bashô eligió para uno de sus mejores haikus una escena tan poco poética -para nosotros, al menos- como la de una cigarra cantando en pleno estío, en un paisaje rocoso:
No hay cosa desagradable, mientras sea un signo de la naturaleza que nos acompaña. La compenetración cordial con la naturaleza es la base para encontrarnos en su seno con lo mejor de nosotros mismos. Según Bashô,
"Los versos que algunos componen están excesivamente elaborados y pierden la naturalidad que procede del corazón. Lo que viene del corazón es bueno. No deberíamos preferir a aquellos que dependen de la retórica."
Y en una carta a su amigo Banzan, escribió el maestro:
"He sabido de tu entusiasmo por el haikai, y esto me agrada. Es más importante escribir haikai a partir del propio corazón que ser un hábil experto. Hay muchos que escriben versos, pero pocos que se atienen a las reglas de corazón."
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala Universidad de Sevilla (1) y (2): Ambas citas, de Bashô Haikai Ronshû -"Enseñanzas de Bashô sobre el haikai"-.
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