XVI. El color en el haiku (I): Observación y descripción Un tema que se presenta como muy sugerente en el mundo del haiku es el del color. Su tratamiento nos abre a un sinfín de posibles enseñanzas. Dado el sentido de observación que es inherente al haiku, y el carácter pictórico que a menudo reviste dicho género poético, la apreciación del color resulta ser muy substancial.
Así como el pintor usa colores para transmitir imágenes, el poeta se vale de palabras que, en el ideal de nuestro Gustavo Adolfo Bécquer, deben ser "a un tiempo / suspiros y risas, colores y notas". De hecho, el color y la forma son las dos grandes vías de captación de cualquier figura.
Hay haikus donde destaca la pincelada de color. Busquemos ejemplos:
Es un haiku de Kyorai (1651-1704). En el original nos habla de una "tormenta (o temporal) verde", que se puede interpretar como un vendaval o ciclón que sacude las frondas. Se opera ahí un "desplazamiento calificativo" en aras de la metonimia: el verde ha pasado, desde las ramas, al viento que las agita. Por lo demás, se ve como necesaria la mediación de ese meteoro para –una vez que ha pasado- apreciar la auténtica naturaleza cromática de los jóvenes tallos de arroz, los cuales -es de suponer- ya no van a considerarse simplemente "verdes". Kyorai fue discípulo directo de Bashoo.
Rotemos ahora al color complementario del verde: un rojo intenso, afín al magenta; y pasemos a un poeta-pintor del s. XVIII, Yosa Buson (1716-1783):
Este haiku aparecía traducido y comentado en mi obra El haiku japonés, bajo la cita "hk 45". Véase también ibid.: hk 48. Frente al rojo granate del ciruelo florido, el ataque rojo -¿por envidia, tal vez?- del rojizo sol poniente. La unión de elementos logra una instantánea en rojo de gran brillantez. El verbo osou (atacar, asaltar) es bien expresivo. Cuando el haijin japonés se lo propone, no duda en enfatizar colores vivos para dar dinamismo al cuadro.
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala
Universidad de Sevilla |