XV. Afinidades e influencias (II)
El libro de haikus de José Juan Tablada "Un día... (Poemas sintéticos)" trae un detalle de fina observación, arrancado del mundo laborioso de las hormigas:
Breve cortejo nupcial,
las hormigas arrastran
pétalos de azahar...
A medio camino entre una actividad laboral desplegada por las hormigas y un festejo regocijante de boda, la visión del poeta es tierna y humanizadora.
El tema de las hormigas tiene cierta tradición en el haiku japonés. En una antología de haikus, agrupados por palabras de estación, del Profesor Yamamoto Kenkichi (1907-1988) –"Kihon kigo gohyaku-sen" (Ed. Kodansha, 1989)-, encuentro 35 poemitas dedicados a la hormiga, como tema -que es- de verano. De hecho, el ideograma de 'hormiga', "ari", está configurado por dos componentes:
El primer componente es "mushi": 'bichito, animalito, insecto'; y el segundo es "gi": 'rectitud, justicia, fidelidad al deber'. Recuerdo que, en mis tiempos de estudiante en Japón, un joven nativo me decía -respecto a este tema- que ciertamente la hormiga es un animalito que tiene gran sentido del deber, y así su ideograma resulta muy expresivo. Para nosotros, la hormiga simboliza, casi parejamente, la laboriosidad y la previsión.
Destaco uno de los 35 haikus que aporta la Antología de Yamamoto, debido a la inspiración de Seiho (n. 1889), poeta del que dijo Kyoshi: "Se sienta a sus anchas en el trono real del haiku".
ari no michi
makoto shiyaka ni
magaritaru



Ruta de hormigas:
mismamente parece
andar torciéndose.
Observación muy certera la de Seiho, que confirma nuestra experiencia al ver las filas de hormigas: ¿Caminan derechas? ¿se tuercen tal vez? En mi traducción he procurado explotar las posibilidades semánticas del verbo "andar": 1) como acción física de caminar, pues las hormigas andan y, metonímicamente, también lo hace su ruta; 2) como verbo auxiliar en perífrasis, más gramaticalizado, en el sentido de 'ir torciéndose', como quien dijera "Ando dándole vueltas a cierto tema". Obviamente, la fila de hormigas parece que "va torciéndose".
Pues bien, un poeta español de haiku afincado actualmente en Sevilla, Jesús Montero Marchena, que se estrena como haijin con el libro "En las orillas del haiku" (2004), manifiesta en su introducción a dicha obra que el haiku le ha afinado su propia capacidad de observación. En sus palabras:
"Me ha permitido maravillarme del magnífico control de tráfico de un hormiguero, de una fruta colgando de un árbol, de una rana croando en el arroyo o de la lluvia añadiendo música a un atardecer equívoco. La naturaleza se renueva en y por nuestro conocimiento poético".
Son palabras que no tienen desperdicio, y se ven corroboradas por el siguiente poema del mismo J. Montero:
Tú mi poema
me estás contando cosas
que no sabía.
Volvamos a nuestro comienzo: "Un día..." Tablada vio un cortejo nupcial hecho de hormigas; "un día", Seiho observó la ruta de las hormigas avanzando; "un día", Montero se sorprendió ante el tráfico de un hormiguero. Es el prodigio que rompe lo gris cotidiano, y arroja una luz nueva sobre cosas y situaciones. Con una estética muy similar, J. Montero canta a los caracoles:
Cesó la lluvia,
una senda de caracoles
busca la vida.
Aunque el segundo verso se le ha ido a nueve sílabas (en vez de siete), seguramente eso aumenta la lentitud de dicho verso, rasgo acorde con la proverbial lentitud de los caracoles.
En la presentación de su obra, J. Montero citó su haiku preferido del libro, que es exactamente este:
Te recordaba
volviendo la cabeza
para mirarme.
Es ciertamente una perla de delicadeza y sana añoranza. Puede entrar en la clasificación japonesa de "asuntos humanos". Hay un haiku de Fuusei (n.1885) –poeta popular, discípulo de Kyoshi- que insiste en este gesto tan humano de volver el cuello con añoranza:
yozakura ya
toozakari kite
kaerimiru



Cerezos en la noche:
si más me alejo, más
vuelvo a mirarlos.
Es bien sabido que la distancia puede hacer más entrañables los recuerdos, frente al consabido tópico de que tiende a borrarlos. Esta afinidad entre los dos poetas, uno japonés y otro español, queda condensada en esos ojos humanos que se vuelven para mirar mejor. El haiku no es sólo conocimiento; es también recuerdo de la belleza vivida e íntimamente amada.
J. Montero comparte otros rasgos con la estética japonesa, como por ejemplo un haiku que él aporta sobre amores gatunos, y toda una sección de su libro titulada "Estacionales". ¿Quién no ve ahí un reflejo del kigo o palabra de estación? El libro va acompañado de sugerentes ilustraciones -cuadros de paisajes imaginarios- del propio autor, que es también pintor. En este rasgo de convergencia de artes puede recordarnos a Buson.
La introducción la ha firmado como "Dr. Jesús Montero Marchena". De hecho es Doctor en Medicina, oftalmólogo de profesión. Y ya en su tiempo de jubilación ha querido participar como oyente en un curso mío universitario sobre el haiku. Con cariño y respeto diría yo que nuestro Doctor, que ha consagrado su vida a que veamos –físicamente- mejor, ha ampliado sus ambiciones para llegar a "ver" él mismo mejor -espiritualmente- por obra y gracia del haiku, y así poder enseñarnos a "ver" a sus lectores.
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala
Universidad de Sevilla