V. Sabi: soledad esencial
Un aspecto que me parece clave en la estética del haiku es este: el especial aprecio del que -en su "poética"- suele gozar la idea de "soledad". El adjetivo japonés para decir 'solitario' -sabishii- marca profundamente el escenario natural de muchos haiku, e incluso constituye una palabra muy usada entre los japoneses, hoy día. Pues bien, sabishii tiene una raíz léxica sabi (originariamente, en relación con el verbo sabiru, 'oxidar'), que es todo un valor reconocido en la literatura y en las artes japonesas. Lo que se oxida aparece obviamente dotado de un aura de soledad y antigüedad; diríamos que se muestra como un valor perenne que -a pesar de su pátina, o quizá precisamente a través de ella- desafía el tiempo.
El sentimiento de sabi va acompañado de una sensación de sosiego y madurez. Implica desprendimiento y austeridad para -en último término- aprender a estimar las cosas y procesos naturales con la espontaneidad con que suelen manifestarse. Se trata, pues, de una soledad que implica cierta pobreza de espíritu, en el sentido de desterrar la ambición.
Aunque un haiku concreto no hable de soledad, puede ser rico en sabi si al contemplar las cosas lo hace con esa mente desprendida a la que nos acabamos de referir. A este efecto, se suele citar como ejemplo de sabi el famoso haiku de Bashoo en que un cuervo se posa sobre una rama seca en pleno atardecer otoñal.
Pero hay ocasiones en que se habla expresamente de soledad en el haiku. Un buen ejemplo entre varios posibles puede ser el siguiente haiku de Bashoo:
kono michi ya
yuku hito nashi ni
aki no kure



Por esta senda
no hay caminantes; sólo
atardece el otoño.
El maestro plasma aquí la idea de que el camino de la poesía, así como el camino de la santidad, o de la perfección en cualquier actividad, hay que recorrerlo a pie y en solitario.
Un autor muy interesante del siglo XVIII, Taigi (1709-1771), que en cierto modo enlaza temporalmente dos cumbres como Buson e Issa, tiene un curioso haiku, donde nos muestra la significativa carencia de una compañía humana para contemplar cualquier espectáculo de la naturaleza:
tobu hotaru
are to iwan mo
hitori kana



Luciérnaga en vuelo.
"¡Mira!", iba a decir,
pero estoy solo.
Este haiku nos muestra el aspecto antitético que presenta la soledad respecto a la índole misma de la poesía, que en el fondo es siempre un acto de comunicación. Pero ese mismo choque semántico resulta fecundo, como vemos.
Es difícil encontrar un poeta que mejor haya personificado en su haiku el sentimiento de soledad, que Issa (1762-1826). Precisamente en comunidad con la naturaleza, expresa su soledad magistralmente en el siguiente haiku:
ume sakedo
uguisu nakedo
hitori kana



Florece el ciruelo,
gorjea el ruiseñor...,
¡pero estoy solo!
La total semejanza del tercer verso en estos dos últimos haikus respectivamente, refuerza la compenetración sentida entre ambos autores en torno al tema de la soledad.
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala
Universidad de Sevilla