III. El haiku como nueva perspectiva Sabemos que el punto de vista crea el paisaje. E igualmente crea la narración, el diario íntimo, o cualquier asunto que dependa de la perspectiva humana.
El haiku, como núcleo mínimo de poesía que nos hace penetrar en la vida de las cosas, también supone un cambio de perspectiva sobre nuestros criterios habituales. Diríamos que todo es cuestión de adoptar un enfoque especial.
El haiku canta temas que suelen considerarse feos o antiestéticos, como la mosca de caballo, el estiércol, las pulgas, los mosquitos, el sudor... No hay asunto que resulte despreciable para el haiku, con tal de que esté relacionado con cualquier muestra de vida natural. Basta con que ahí palpite un aliento.
Hay un criterio estético muy vigente en el haiku, que es el de hosomi: quiere decir delgadez, sutileza. Dicho de otro modo, se trata de que el poeta se adelgaza hasta vaciarse de su "yo"..., hasta deponer todo su orgullo y ufanía para hacerse capaz de identificarse con cualquier elemento de la naturaleza, por insignificante o despreciable que parezca. Con esa sutileza, ya es capaz de introducirse en el ser cantado por su poema.
En este sentido, el "haikista" no trata de dar voz a sus emociones personales, sino a ese minúsculo ser que en su haiku está cantando, y con el que precisamente trata de identificarse.
El poeta Issa (s. XVIII), monje budista como Bashoo, aunque de un estilo de vida más solitario que el del gran maestro, nos dio una gran lección de hosomi, cuando se puso en el lugar de las moscas y les habló de igual a igual, con un sentido de tolerancia lleno de humor. Teniendo que abandonar temporalmente su refugio, exclamó:
Me imagino una sonrisa en el rostro de Issa, al haber descubierto una nueva ética, encarnada en el ritmo de la vida natural. ¡Qué puede importar que la vida natural esté aquí representada por unas simples moscas!
No en vano trataba Bashoo de cantar, mediante el haiku, "el corazón mismo de la naturaleza".
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala
Universidad de Sevilla |