Haiku nº 10. Autor: Kyoshi
Es un haiku moderno, no en su temática, sí en el tono. Los elementos que lo conforman dibujan una situación inquietante: una serpiente que huye, unos ojos de serpiente que miran a un hombre fijamente, un peligro al acecho entre la hierba, el miedo… Estamos ante el haiku a un instante en que una serpiente pasa ante un hombre silencioso, detenido, quieto como sólo puede estar quieto un japonés. Sorprendidos los dos, el poeta y la serpiente, es ésta sin embargo a la que le toca huir. El hombre es el más peligroso de los dos. Pero el poeta no lo sabe; el poeta se piensa vulnerable. Y recuerda los ojos de la serpiente como si se hubieran impreso en su alma. Kyoshi deja ese paisaje -también él huye, pero más lentamente- sabiendo que en algún lugar, oculta entre la hierba, hay una serpiente cuya mirada tiene ahora clavada dentro de su retina. ¿Y ella? ¿Sentiría ella también miedo? ¿Se llevaría a su refugio entre la hierba la mirada del hombre clavada en su alma de serpiente? De esto no sabremos nunca nada.
Por último, detengámonos en un elemento fundamental de este haiku: ware, yo. El poeta existe en este haiku: no sólo lo ha experimentado sino que lo protagoniza. Pero existe gracias al miedo. No es un sentimiento de "yo que ama", quasi inaceptable en el mundo del haiku; no es un "yo pienso esto o lo otro". Es un "yo que teme" con un miedo cerval, antiguo, ancestral como el simio del que provenimos. Sólo cuando el "yo" es parte de la naturaleza tiene permitida su entrada en el haiku. Y un "yo paralizado de miedo" es el pan cotidiano de los seres que viven en la naturaleza.
Vicente Haya
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