XXII. Unos cincuenta locos
Fotografía: Gregorio Dávila Por fin te pongo cara. Por fin te pongo voz, y sé cómo hablas. Y cómo escuchas. Por fin compruebo la consistencia de tu cuerpo en el abrazo. (¿Mantendrás tu mano en mi hombro mientras inicias la conversación? ¿Lo haré yo?) Quiero que sepas que lo que haces me ha animado en mi tarea en momentos de flaqueza o de hartazgo, que los hubo. Que imaginarte ahí, con tu ilusión, con tu esfuerzo, con tu cariño por todo esto, supuso ese aliento que necesité y que de ese modo me diste; por lo que lo mío, lo poco que yo llevé a nuestro encuentro, en parte te pertenece. Quiero que sepas que pensar en que tal vez pudiera encontrarte allí me alivió la fatiga del viaje, la deshizo en nada. Que sepas que te esperaba mayor, o más bajita, o que te creía mujer y resultaste ser un tiarrón. Que te imaginé menos reflexivo, o más seria. Que no te había imaginado mucho, que sí. Que sepas que todos los afectos trabados de un modo virtual a lo largo de este tiempo iban ya necesitando una presencia: la tuya. Que tu suma hizo que dejásemos de ser cuatro locos y pasásemos a ser cincuenta.
Cincuenta locos. O extraordinariamente cuerdos, quién sabe. Que locos o cuerdos éramos muchos y era muy poco el tiempo del que disponíamos; que fue a la vez agotador dividirse para todos y adorable que todos se dividiesen para uno. (¡Que menos mimos, que a ti ya te conozco y ya sabes que te quiero!) Quiero que sepas que, ahora que ya no estamos, me gustaría que fueses mi vecino o mi prima la del pueblo, porque tres días ya me han dado para hacer pandilla contigo, contigo y contigo. Que tienes gracia, jodío, contando chistes, que me gusta cómo te ríes, que tu chica es bellísima y tu marido un encanto, que madrugas más que yo, que partes muy bien las pipas, que tus criaturas son ángeles. Que haces a veces un haiku que me traspasa.
Que has llegado a ser -que eres- para mí más importante de lo que me permití expresar entonces y de lo que me permitiré (uno, que es así) la próxima vez que estemos juntos. Que esa vez sea pronto.
Luis Carril García
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