Los grandes maestros
Los 10 filósofos: Se dice que unos 300 seguidores acompañaron a Bashô en su entierro. Este dato es fundamental para comprender la vasta influencia que ejerció la escuela de Bashô en su época y la gran cantidad de poetas y discípulos que se formaron en sus principios literarios y espirituales. De entre todos ellos, cabe destacar el grupo de los llamados "10 filósofos": Etsujin, Hokushi, Jôsô, Kikaku, Kyorai, Kyoroku, Ransetsu, Shikô, Sanpû y Yaha. Casi todos ellos fueron, a su vez, maestros de otros muchos nuevos poetas, manteniendo encendida la llama del venerable Bashô durante muchos años tras su muerte.
Poemas de Onitsura
Poemas manuscritos de Onitsura
Onitsura: La escuela de Bashô no era la única que producía haiku a fines del XVII. Destaca también en calidad literaria, aunque con muchos menos seguidores, la escuela de Onitsura (1660-1738), poeta que bebió en su juventud de las mismas fuentes de Bashô, con el que comparte significativamente muchos detalles de su vida y de su concepción del haiku.
Onitsura nació en el seno de una familia noble y terminó haciéndose monje. Vino a inaugurar junto con Bashô la edad de los grandes maestros de haiku, y aunque no alcanza su altura, comparte con él la ternura y la sensibilidad hacia los pequeños detalles. Su consejo para los que se inician en la poesía es primero imitar al maestro y luego componer versos propios. Muy elocuente y sincera es una de sus frases: "Fuera de la verdad no existen haikai", donde expresa a la perfección su propia motivación poética, que a veces convierte en una búsqueda de la verdad hasta en los objetos y criaturas más insignificantes. Es, en algún sentido, el precursor del más humano de los poetas de haiku: Issa Kobayashi. La producción de Onitsura se interrumpe cuando decide, a sus 73 años, hacerse bonzo y dejar totalmente de componer poemas. Muere 5 años después.
Las poetisas: No son ajenas a este momento de gloria de las letras japonesas muchas poetisas que surgen por todo el país. Destacaremos varios nombres: Sute, Sono, Shûshiki, Shôfûni y, sobre todo, Chiyo (1701-1775), considerada la mayor poetisa de haiku de Japón y discípula de uno de los 10 filósofos (Shikô), aunque luego cambió de maestro. Los haiku de Chiyo han sido a veces criticados por su excesiva subjetividad, cuestionándose sobre todo si deben o no ser considerados como tales, y a veces también, desgraciadamente, por el mero hecho de que quien los compuso fue una mujer. Pasó por algunos trances desgraciados a lo largo de su vida; véanse algunos haiku compuestos a raíz de la muerte de su hijo pequeño. Terminó haciéndose monja.
Buson
Yosa Buson
Buson: Durante algunos años del siglo XVIII, tras un cierto decaimiento de la influencia de Bashô, el haiku entra en un estado de popularización parecido al que existía antes de la aparición del maestro. Algunas corrientes como la Kechôtai y la Senryû contribuyen a devaluar el arte del haikai, convirtiéndolo, de nuevo, en un estilo poético artificioso y trivial. La aparición en escena de Yosa Buson (1716-1783) viene a remediar esta situación, elevando de nuevo el haiku a las más altas cumbres poéticas.
Poco se sabe de la vida de Buson. Influenciado por una tendencia general en el país de retorno al interés por la poesía china, estudia en su juventud a los clásicos chinos, sobre todo los de la dinastía Tang. Por otro lado, también recibe una formación específica japonesa, de amor a la tierra y a la patria. Con un menor grado de religiosidad que la obra de Bashô, los poemas de Buson se caracterizar por un sentido más agudo de observación de la naturaleza. No en vano fue pintor además de poeta, y como muchos otros maestros de haiku, acompañaba algunas de sus obras de una haiga o pequeña pintura a la aguada que ilustraba (y en muchas ocasiones completaba) el sentido del poema. Inclusive, en ciertos haiku encontramos que algunos dibujos han sustituido a determinadas palabras, con lo que la obra se convierte en una especie de jeroglífico que se conjuga globalmente a partir de los dibujos, la caligrafía (también de importancia capital) y el propio poema, a modo de "arte global".
Buson propone un estilo que es observación pura, sin intermediarios, de la propia naturaleza; es el llamado estilo descriptivo.
Caballos salvajes de Buson
Yosa Buson: "Escena con caballos salvajes" (s. XVIII)
Museo Nacional de Kyoto
La importancia del color en sus poemas es un tema que ha merecido estudios específicos por parte de muchos expertos, que siempre lo han considerado un poeta sensible y humano, con una cierta calidad de romántico en apreciación de Keene. Shiki lo consideró el más grande, por encima de Bashô. Como última y vital característica de su poesía, diremos que Buson explora la imaginación y se inspira en ella para componer algunos de sus haiku más importantes. Su escuela seguirá produciendo haiku durante algunos años tras su muerte.
Discípulos de Buson: Mencionaremos aquí a autores destacados como Kitô, Gyôdai, Gekkyo y, muy especialmente, Taigi (1709-1771), figura de transición entre el haiku artístico de Buson y el haiku humanista de Issa. Taigi construye su estilo afable y humano más a partir del propio hombre que a partir de la naturaleza. Perteneció a la escuela Edo de haikai y no gozó de mucha fama en su época; es de nuevo Shiki a finales del siglo XIX quien lo restablece como uno de los más importantes autores de haiku.
Issa
Kobayashi Issa
Issa: En el último tercio de siglo comienza su producción poética Issa Kobayashi (1762-1826), "el más japonés de los poetas de haiku, quizá de todos los poetas", en palabras de Blyth. Issa no tuvo maestros ni discípulos; en este sentido, se aparta de la tradición japonesa. Fue un hombre extraordinariamente solitario y llevó una existencia muy desgraciada hasta su muerte. El rasgo sobresaliente de su labor poética es su profundo amor por el mundo y por todas las criaturas que lo habitan, hasta las más insignificantes. Compuso alrededor de 1000 haiku dedicados a caracoles, moscas, ranas, bichos de luz, pulgas, cigarras e insectos varios. Acostumbraba, como Buson, a incluir pequeños dibujos en sus poemas.
Siendo todavía un niño, Issa quedó huérfano de madre y fue educado por una madrastra que lo maltrató. Se trasladó después a Edo, donde vivió unos 20 años, y cuando empezaba a tener algún éxito perdió también a su padre. Tras muchos años de pleitos con su madrastra por la parte de herencia paterna que le pertenecía, la justicia le dió la razón y pudo trasladarse a su pueblo natal, donde contrajo matrimonio a la edad de 50 años. Las desgracias, entonces, se le multiplicaron: vió morir en los 10 años siguientes a su esposa y a sus cinco hijos. Algún tiempo después, en su tercer matrimonio, un incendio en su casa le obligó a pasar los 5 últimos meses de su vida en un almacén sin ventanas con piso de tierra. Issa lo explicó así: "Las pulgas se han salvado del incendio y han venido a refugiarse aquí, conmigo". Murió finalmente en mitad del invierno; bajo la almohada se encontró su último haiku: "Gracias sean dadas a lo alto; / la nieve sobre mi manta / también viene de la Tierra Pura".
Issa no creó escuela. Por este motivo, su estilo es muy personal y no se puede comparar a ningún otro poeta, anterior o posterior. Plasmó su visión franciscana del mundo y de sus criaturas en una obra poética que rezuma ternura y humanismo;
Gran ola de Hokusai
Katsushika Hokusai: "Gran ola de Kanazawa" (1829)
Metropolitan Museum de Nueva York
Issa era consciente de su propia insignificancia como podemos constatar en algunos de sus haiku más conmovedores. Su estilo directo transmite la naturalidad propia del poeta que desnuda su espíritu en cada uno de sus poemas y que se reconoce en la propia naturaleza que retrata.
Contemporáneos de Issa: Muy pocos poetas de haiku coetáneos de Issa, gran dominador de su época, son dignos de destacarse. Citaremos a Ryokan, Ginkô, Shirô, Seibi, Baishitsu o la poetisa Taio, pero en el arte del verso corto quizá están a mucha distancia de aquél. A diferencia de otras disciplinas artísticas -la pintura vive una época de esplendor-, el haiku entra en un período de franca decadencia que se acentúa desde 1826 con la muerte de Issa; esta particular edad oscura se alargará hasta la llegada del cuarto "grande" junto con Bashô, Buson e Issa: hablamos de Shiki Masaoka, el último pilar fundamental hasta nuestros días de la historia del haiku japonés.
Luis Corrales Vasco