XX. Celebración de la primavera
Lo ví poner las manos sobre el tambor y reconcentrarse. Luego mover los dedos suavemente como si despertara a alguien. Luego moverlos con un poco más de fuerza hasta producir un sonido bajo que necesitaba nuestra atención para percibirlo.
Así siguió, y más que tocar el instrumento lo acariciaba. Sus ojos cerrados. Sus brazos y su torso con gestos dictados por el sentimiento.
La brisa era fresca bajo los árboles que nos daban sombra y cantaban ruiseñores y carpinteros.
Comenzó a sacar sonidos conjuntos de la piel y la madera.
Todos, sentados en un gran círculo, muchos vestidos de blanco, callamos un largo rato, nuestro corazón sintonizado con el gran tambor de la Tierra.
Cuando él terminó ya había llegado la primavera.
Un demente
al oír el tambor
nos acompaña.
Rafael García Bidó