XVI. Verano
Casi al mediodía, para protegernos del Sol, estábamos bajo unos árboles. Recuerdo una mata de cajuil frutecida. Éramos un grupo de trabajadores que electrificábamos una urbanización en las afueras de un pueblo del sur.
De eso hablábamos cuando, entre las ramas, cantó un pájaro. Y cantó, cantó, cantó. Todos callamos. La brisa misma se detuvo. No sé qué fue del tiempo. Cantó.
Al fin, para satisfacer la expectante admiración colectiva, alguien dijo:
- Ese es un ruiseñor.
Sol de verano.
Si el ave canta
los capataces callan.
Rafael García Bidó