IV. Patio con perra y luna
Ayer, ya anocheciendo, acabé de jugar baloncesto con mi hijo y me senté a descansar en una butaca del patio. Mi corazón latía aceleradamente por el esfuerzo realizado. Cada vez mi hijo se hace más fuerte y más diestro. Yo sencillamente trato de mantener mis condiciones físicas.
Según me fui reponiendo se me ocurrió acostarme en el suelo empedrado del patio, tendido boca arriba con los brazos a los lados del cuerpo, como una forma de relajarme, descargar energías y, además, establecer contacto con la Tierra.
A poco de estar allí tumbado, vino Lara y se acostó a mi lado a jugar con un muñequito de goma. Después ella también se puso a descansar reposando su cabeza en mi pierna derecha.
Sentía su cuerpo cálido y peludo latiendo suavemente a mi lado y me sentí feliz por su confianza y por compartir con ella ese momento de tranquilidad. Ya era la noche del sábado, había silencio y respirábamos lenta y profundamente sobre el lecho de piedras blancas. Arriba, exactamente sobre mi cabeza, brillaba la luna, la luna de mayo, que acompañaba este momento de quietud y hermandad.
Acostado
bajo la luna de mayo
nada me falta.
Rafael García Bidó