Haiku nº 11. Autor: Bôsha
明滅のいづれ悲しき蛍かな
meimetsu no
izure kanashiki
hotaru kana
  Esas luces parpadeantes...
¡Se aproxima el triste final
de las luciérnagas!
Ya no es una sola luciérnaga en la que parpadea la luz. No es un palmo de luz que se interrumpe en un recorrido luminoso. Es el tiempo de la muerte de las luciérnagas. No es la muerte de un ser vivo lo que se anuncia sino una muerte colectiva: la muerte estacional. Un paisaje de vuelos de luciérnagas, intermitencias luz-oscuridad. El poeta está ante una feria barata de luces que no funcionan. Imposible de seguir los rastros mágicos que la luz dibuja en la negrura de la noche cuando no son trazos constantes. La magia que otrora nos nublara la vista no llega ahora a producirse. Y no podemos hacer nada para evitarlo. No tenemos luz-auxilio nosotros mismos que darle a las criaturas que vuelan con ella. Nosotros, que hemos mirado a las luciérnagas hasta gastarlas, ahora no encontramos el modo de devolverles la luz que nos dieron: somos el invierno del mundo que absorbe la luz allá donde la encuentra. La vida a partir de ahora será dentro.
Vicente Haya