Haiku nº 4. Autor: Bashô
草の葉を落つるより飛ぶ螢哉
Kusa no ha o
ochiru yori tobu
hotaru kana
  Sólo al caerse
de la hoja de hierba...
¡echó a volar la luciérnaga!
El asombro no es complacencia. Muchas veces nos lleva a tener el corazón en vilo. Los seres nos importan. Nos hemos implicado con el destino de las cosas. Perdemos, con el progreso en la sensibilidad, la cordura del hombre racional, y también su frialdad. Llegamos a pensar, en este caso, que una luz que se va resbalando se caerá y finalmente se romperá en pedazos. Porque la luz tiene algo de cristal. Y lo que quiera que ocurra a esa criatura de luz va a ser a partir de que llegue al filo de la hoja. Sabemos que una luciérnaga es una luz que anda, pero no tenemos garantía de que vuele. Pese a que hemos visto mil luciérnagas antes. Nuestro corazón no entiende de probabilidades: esa luz está a punto de caerse de la hoja y eso es todo lo que ahora nos concierne, nos angustia. Hay un sentimiento de que la caída es la muerte... Pero la luciérnaga alza el vuelo a partir del filo de la hierba. Justo a partir del filo. El filo marca el espacio sin tierra que obliga al vuelo.
Vicente Haya