X. Garitas
© Foto: Clara Soriano
La guerra civil (1936-1939) ha dejado su huella (tremenda, aún muy visible) en España, como sucede con todas las guerras. ¿Cuánto tiempo se precisa para curar heridas tan terribles? ¿Aprenderemos la lección? ¿O bien, por el contrario, repetiremos los errores y tendremos que vivir de nuevo experiencias parecidas?
El cinco de abril de 2003 subía la cuesta amurallada que lleva a Chinchilla, el pueblo de mis abuelos paternos. Hacía tiempo que no iba por allí y, a mitad de camino, las vi: las garitas, recuerdo de la guerra, en las que había jugado de pequeño, con la fantasía bullente de historias heroicas. A veces me escondía en ellas y miraba por la pequeña abertura, al horizonte, imaginándome soldado que defendía a su familia de los "enemigos". Llegué a sentir miedo incluso, poniéndome en la piel de aquellos que habían estado DE VERDAD en esas garitas, soldados auténticos que pasaron frío, soledad, pánico, jóvenes que acaso combatían el gélido frío chinchillano pensando en sus novias o en sus padres.
en la garita:
tras un ratico, el niño
se siente incómodo
Y, cómo no, se asomó a mi corazón (una vez más, siempre está ahí), el abuelo, al que no le gustaba mucho hablar de estos temas.
jugar en la garita sentir miedo
al mirar de reojo el polvorín
el paso de la guerra por el pueblo
y cómo perdió el santo la cabeza
preguntas y preguntas al abuelo
que contestaba siempre escasamente
dejando lo mejor en el tintero
© Foto: Clara Soriano
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