XXXIII. El haiku y las páginas de la Biblia: Nuevo Testamento
Expresándome de un modo muy breve, diré que la aportación del Nuevo Testamento sobre el Antiguo se suele considerar que radica en la revelación -hecha vitalmente por Jesús de Nazaret- de Dios como Padre. Frente al temible "Dios de los ejércitos" de muchas páginas del Antiguo Testamento, el Dios del Nuevo Testamento es alguien a quien podemos llamar "Padre Nuestro".
Esa humanización de la imagen de Dios es muy cercana a la estética del haiku concerniente a la naturaleza, pues a ésta se la concibe como "gran madre", en cuyo seno entramos en contacto con la vida.
De ahí que surjan muchas afinidades entre el haiku y la "buena nueva" que es inseparable del Evangelio. Me limitaré a señalar algunas de las más literales.
setsurei ni
kokoro mazushiku
tachi ni keri
Me quedo en pie
sobre el monte nevado,
pobre de espíritu.

Kyuusha
El poeta japonés emplea una expresión -kokoro mazushiku ("en pobreza interior")- que inevitablemente nos guía el recuerdo hacia la primera de las Bienaventuranzas: "Bienaventurados los pobres de espíritu"; en versión de NBE: "Dichosos los que eligen ser pobres". El monte nevado puede hacernos recordar aquel otro monte -no nevado, pero sí poblado de gente- de las bienaventuranzas. El ingrediente de "nevado" acrecienta la sensación de desnudez espiritual. La pobreza espiritual es muy afín al sabi ("soledad y pobreza"), un valor muy presente en muchos haikus.
yuuki koso
chi no shio nare ya
ume mashiro
La valentía
es la sal de la tierra.
Ciruelos blancos.

Kusatao
¿Quién no recuerda ante este haiku la conocida frase de Jesús a los suyos: "Vosotros sois la sal de la tierra" (Mt 5,13)? El concepto de "valentía" empleado en este haiku alude al valor humano, la audacia y la energía requeridas para emprender tareas arduas. Junto a esta idea, se impone el toque delicado, visual y aromático que proporcionan las flores blancas del ciruelo japonés. Fuerza y dulzura conjugadas.
yo mo sugara
ase no juujika
se ni egaki
Toda la noche
signándome la espalda
una cruz de sudor.

Boosha
Es una noche larga y calurosa, tal vez por la fiebre, tal vez por los ardores del estío. El hecho es que el poeta siente su sufrimiento y sus sudores, aunque en el aura redentora de una cruz. La cruz no es ahora un signo expresamente cristiano que se traza en la frente, sino una huella de salvación universal que se escribe con dolor y sudores en la espalda de quien intenta dormir. Aquí se palpa una estela de lo dicho por Jesús en Mt 16, 24: El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
No siempre los poemas japoneses que uno se encuentra recuerdan tan literalmente la Biblia; pero en el contenido de muchos haikus se puede advertir una honda resonancia de la "buena nueva" que representa el Evangelio.
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala
Universidad de Sevilla