XX. Taller de haiku
En la historia de la literatura japonesa, y como ilustre preludio de los actuales talleres de haiku, tenemos constancia de las rondas de composición poética llamadas renga, es decir: versos encadenados, compuestos en una sesión y sucesivamente por unos pocos. También, por suerte, conocemos algunos detalles de las conversaciones de Bashoo con sus discípulos en torno a la composición de los haiku. Así, por ejemplo, cuando varios de ellos fueron ideando un primer verso para completar el archifamoso poema que terminaría así: "... al zambullirse una rana, / ruido de agua", la propuesta de Bashoo para ese verso inicial tras oír las intervenciones de ellos -que resultó ser, por cierto: "Un viejo estanque..."- fue acogida con reverencial admiración. Así también, cuando Kikaku, discípulo de Bashoo, compuso el haiku "Libélulas rojas: / quítales las alas, y / serán vainas de pimienta.", sabemos que la corrección de Bashoo fue iluminadora: -De ese modo has matado a la libélula. Di más bien: "Vainas de pimienta:/ añádeles alas, y / serán libélulas."
La mente del maestro iba guiada por el principio de que el haiku no podía ser un instrumento para dañar, mutilar y matar, sino –todo lo contrario- para dar vida, fomentarla y defenderla: para "humanizar", en una palabra.
Sin pretender compararme con Bashoo, diré que tengo un taller de haiku con algunos alumnos del curso de libre configuración impartido por mí en la Universidad hispalense sobre el haiku japonés; con los alumnos que quieren libremente participar, por estar interesados en la creación de haiku en español, o bien en su crítica. Nos reunimos una vez al mes en un aula de la Facultad. Yo procuro participar como uno más: comento, expongo mis propios haiku o mis traducciones, escucho sus opiniones, y todos aprendemos.
El procedimiento que seguimos es, ante todo, escribir en la pizarra el haiku que se trata de comentar. Eso nos ahorra el esfuerzo de retención memorística a la hora de hablar sobre él.
Gabriel es estudiante de Filología Hispánica. Siempre trae algo de su propia cosecha. Ahora en Sevilla ha dado fin hace poco la Feria de Abril, y Gabriel ha escrito sobre un tema de actualidad: los caballos, que ya no tienen encima el exceso de trabajo impuesto por la feria.
Carro en el parque
cuyo caballo piensa:
vuelvo a mi hábitat.
La métrica es buena (5/7/5 sílabas), pues el tercer verso, aunque tiene 6 sílabas, termina en palabra esdrújula, con lo que se le resta una sílaba.
En la conversación subsiguiente sale que "cuyo" es una palabra más bien culta, y tal vez fuera oportuno sustituirla por "y su". Gabriel comprende y acepta. Igualmente alguien le dice que "hábitat", a pesar de ser un tecnicismo muy exacto, e incluso usado, admite ser sustituido por "mundo" en ese contexto, y como alternativa más popular. Gabriel corrige en la pizarra, y su haiku queda así:
Carro en el parque;
y su caballo piensa:
vuelvo a mi mundo.
"Carro" nos parece a todos adecuado para evitar la ambigüedad de "coche". "Coche de caballos" sería demasiado largo, y redundante además, al tener que aparecer luego "caballo". Por lo demás, entrar en la mente del animal para expresar de ese modo su particular alivio tras la sobrecarga de la feria, no deja de ser un rasgo simpático.
Otro poema de Gabriel es aceptado prácticamente sin enmiendas, por su ternura ante una representación de la edad infantil:
Rojo brillante
la lengua de la niña,
de piruleta.
Es muy gráfico. Y, como impresión cromática, resulta un acierto que la lengua roja de la niña se vea destellar, aún más intensamente roja.
Anjhara es enfermera y -académicamente, ahora- alumna de Antropología. Con gran afición y empeño promueve y lleva adelante varias actividades culturales en la Universidad. Actualmente está atareada con la preparación de la "Jornada de Japón" que organizan los alumnos de Japonés. Nos sorprende con un haiku dulce, que vuelve a darnos fe en el romanticismo más verdadero:
En mi almohada
queda de tus cabellos
su dulce aroma.
Es posible objetar el doble posesivo -"tus, su"-, pudiéndose sustituir el segundo por el artículo "el" -"el dulce aroma"-, pero la verdad es que no le corregimos nada. Este haiku encaja muy bien, además, en la mejor tradición japonesa.
Otro haiku de Anjhara nos recuerda a Issa, hermano de los animalitos más indefensos. En este caso, trata de una libélula de los charcos, especie conocida en Andalucía como "zapatero":
Huy, si te piso,
pequeño zapatero,
¿sabrán de ti?
Es una buena muestra de cómo lo aparentemente insignificante resulta ser muy significativo, gracias al ojo del haiku.
Antonio Jesús estudia Filología Clásica, siendo un gran entusiasta de la cultura grecolatina. Sus aficiones también se dirigen al deporte, y sus entrenamientos y actuaciones a veces no le permiten venir al taller. Pero procura no faltar, y es un valioso elemento.
Con desparpajo, Antonio Jesús se descuelga con alguna frase del argot juvenil. Toma la tiza, escribe, y lee:
Llega el calor,
mosquitos me devoran
¡vaya marrón!
La risa que soltamos casi nos paraliza de hacerle crítica alguna. Realmente, aunque "marrón" no sea muy académico, ya Bashoo había dicho aquello de que "en la poesía de haiku se usan palabras corrientes". Otro haiku del mismo Antonio Jesús es:
Sobre mi mesa
escribo versos de la
naturaleza.
Nos explica con cierto orgullo que ha conseguido la rima. Es cierto, y no está mal. Con todo, me siento inclinado a indicarle que resulta poco elegante terminar el verso intermedio con "de la", aparte de que ese artículo "la" en tal posición se haría acentualmente tónico, generando así un final de verso en palabra aguda y -en consecuencia- un verso de ocho sílabas, rompiendo el ritmo. Pero por otro lado es bonito terminar el poema usando una palabra pentasílaba tan expresiva como "naturaleza" para el verso último. Después de varias reflexiones, prevalece esta manera de enmendar el haiku en cuestión:
Sobre mi mesa,
los versos donde escribo:
NATURALEZA
Por analogía con la libertad de que goza a veces un japonés para escribir en kanji o en hiragana, nosotros tenemos la libertad de usar ocasionalmente las mayúsculas para dar énfasis. Por lo demás, referirse un haijin al propio género poético del haiku en clave metalingüística es algo no ajeno a la tradición japonesa. Me viene a la mente Kyoshi con su "Viento de otoño; / cuanto entra por los ojos, / todo es haiku."
Otros antiguos o actuales alumnos de haiku han intervenido más esporádicamente en el taller. Yo también presento mis poemitas y/o mis traducciones. Pero esa es otra historia que será contada en otra ocasión. Por lo pronto diré -resumiendo ya mis impresiones sobre el taller- que es muy bonito ir entregando la antorcha a los jóvenes para que prosiga con ellos la andadura del haiku. Más hermoso aún es procurar aprender de ellos: de su afición, de sus enfoques, de su espontaneidad, de su fraseología.

Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala
Universidad de Sevilla