VI. Humanizando a la naturaleza
Es ya casi un tópico decir que los japoneses no aprecian la metáfora, y que ésta apenas si tiene lugar en el haiku. Pero sería más justo precisar qué tipo de metáfora está en juego en cada caso; pues la prosopopeya, o personificación de los fenómenos de la naturaleza, siempre ha sido un procedimiento muy querido por los poetas japoneses. Atribuir una intención a la naturaleza, o hablar con sus elementos como si fueran personas..., son también juegos metafóricos -por la fuerza de las transposiciones implicadas-, y cuentan con una honda raigambre en la poesía oriental.
Veamos una muestra. Fujiwara no Sadaie (1162-1241), poeta cortesano de la Edad Media, tiene una sugerente visión de la tormenta, que acosa a las flores caídas, cortándoles el camino de fuga, tal como un ave rapaz lo haría con su futura presa.



La tormenta
viene acosando
a la flor caída.
La forma de este poema es la del haiku (5-7-5 sílabas), y el texto se puede considerar como un precedente medieval de lo que hoy conocemos como haiku; aunque, dada su fecha de composición, se trata muy posiblemente de una parte de algún tanka, poema éste típicamente japonés (también se le llama waka o "canción japonesa"), que a menudo resultaba fragmentado por los juegos de sociedad vigentes en la corte. En el poemita apreciamos al vivo la intención que muestra el viento de dominar sin dar tregua a la pobre flor caída, como cualquier cazador lo haría con su víctima.
Otro texto, también medieval, aunque más tardío y más próximo -por tanto- a la época Genroku (la llamada "edad de oro" de las letras japonesas), es el que sigue, obra de Soogi (1421-1502), quien al parecer escribió deliberadamente "wakas" truncados, semejantes al futuro haikai o haiku, para que sirvieran de inicio en las ruedas poéticas de la sociedad de su tiempo. Soogi se dirige aquí con sus palabras a las flores de iris, para animarlas y aleccionarlas en su misión de hacer grata la vida a quienes vengan a contemplarlas.



¡Flores de iris,
pensad en el viaje
de quienes os contemplan...!
Pues, para el poeta, es importante que las flores estén bien concienciadas de su misión, y sepan apreciar el viaje que algunas personas hacen sólo por verlas.
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala
Universidad de Sevilla