II. El camino de la naturaleza
Recuerdo que una joven estudiante japonesa me decía recientemente que le encantaban los versos de Antonio Machado:
Caminante, no hay camino;
se hace camino al andar.
Igualmente, y en justa reciprocidad cultural, pueden llegar a entusiasmarnos a nosotros las intuiciones que han tenido algunos poetas japoneses sobre el tema del camino. Parece obvia la metáfora del camino como equivalente de la vida humana. Siempre recuerdo que en una "Casa de Ejercicios" (destinada a retiros espirituales) de los jesuítas en Tokio, vi un elemento de decoración muy singular: el ideograma chino o kanji escrito que representa la idea de "camino" (en japonés, michi, o también el sufijo -doo):
En aquel emplazamiento, dicha palabra gráfica, bellamente trazada y enmarcada, tenía unas connotaciones especiales muy humanas, y muy religiosas al mismo tiempo; ya que cualquier persona puede acudir a un lugar de retiro como era aquel para poner orden en su vida. Ni que decir tiene que a nosotros, en España, nos dicen mucho ciertas expresiones afines, como "el camino de Santiago" (al norte de la península) o "el camino del Rocío" (al sur de la misma).
Para los japoneses, la idea de "camino" se encuentra tan metida en su cultura que las distintas artes menores, o bien artes marciales, que están al alcance de cualquier persona, normalmente se denominan "camino de...", valiéndose del sufijo -doo, que acabamos de presentar. Así pues, el Juudoo es el "camino de la flexibilidad" (la cual se usa para dominar al contrario), el Kendoo es el "camino de la espada", el Shodoo es el "camino de la escritura" (mejor que "caligrafía japonesa", como a veces se traduce, con notable desacierto), el Sadoo es el "camino de la ceremonia del té". Todos son caminos de perfeccionamiento interno, de ascesis espiritual, más bien que de ciertas prácticas materiales, y trascendiendo dichas prácticas.
El mayor poeta japonés de todos los tiempos, y autor asímismo de haiku, Matsuo Bashoo (1644-1694), concebía esta modalidad breve de poesía como un camino hacia la verdad y la autenticidad de la naturaleza, y empezó a cultivar el denominado por él haikai no michi (camino del haiku).
Bashoo, que en su juventud se había iniciado en el camino de las armas, se volvió hacia este otro tipo de camino, hecho de austeridad, pobreza, poesía y continuo peregrinaje. Caminando él mismo de pueblo en pueblo, y seguido por un puñado de discípulos, iba transmitiendo sus enseñanzas sobre el Budismo y la poesía. Este tipo de vida, como de hermandad franciscana, valía además para ponerlo en contacto con la naturaleza y con las personas. En su mentalidad, eran indisociables estos dos conceptos, el de "naturaleza" y el de "persona".
Dejando aparte por ahora el tema de Bashoo como "caminante" en esta vida, vamos a traer hoy un haiku sobre golondrinas (¿quién no recuerda a nuestro Bécquer?), creado por Saimaro (1656-1737), autor contemporáneo de Bashoo y afín a su escuela. En él podemos ver cómo el curso de un riachuelo orienta a una golondrina en su vuelo -que es como decir en su"caminar"-:
mizu ni tsurete
nagaruru yoo na
tsubame kana
Siguiendo al agua
se va, fluyendo acaso,
la golondrina.
Esta golondrina se identifica de tal manera con su guiador -el río- que en su vuelo parece que llega a "fluir", como el río mismo.
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala
Universidad de Sevilla