I. Un haiku para el camino
En nuestra mochila de caminante, pongamos un haiku para cualquier momento de reposo. Siempre andamos en ruta hacia algo, y la vida es un caminar tras varias esperanzas, muy queridas todas. La canción, la poesía, nos sostienen en la marcha.
Un haiku es una chispa poética; y lo es en doble sentido: puede tratarse de un chispazo de iluminación que nos abra un hermoso panorama, interior o exterior; y también puede considerarse esa "chispa" como una unidad mínima, elemental y nuclear, de poesía.
En la tradición del pueblo japonés, el haiku es un sencillo verso, que puede a su vez dividirse en tres versitos menores. Su medida son 17 sílabas, normalmente fragmentables en 5-7-5 sílabas.
El contenido del haiku suele ser una visión instantánea de la naturaleza, concentrada en algún rincón o aspecto de ella. La vinculación con la vida natural la busca el poeta mediante el uso de una "palabra de estación": un vocablo relativo a alguna planta o animal, a algún fenómeno atmosférico o a algún asunto humano que, en todo caso, nos remita por asociación de ideas al ciclo de las estaciones del año, considerando como tales: primavera, verano, otoño, invierno y año nuevo.
Vamos a abrir una columna de haiku en esta revista, que sea como una ventana abierta de par en par al sol naciente.
Y como saludo hecho verso, vamos a recordar la siguiente visión auroral de Soogi, poeta japonés del siglo XV. Citamos este haiku suyo representándolo como un sólo verso en el original japonés, y como tres versos en la traducción española. Es obvia su alusión a la estación del año, mediante la palabra de estación, natsu, referente al verano.
tsuki otsuru
asashio hayashi
natsu no umi
Cae la luna.
Rápida es la marea:
alba de estío.
De veras espero que este haiku nos ayude a ponernos en marcha hacia la belleza de la vida. Vuestro,
Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala
Universidad de Sevilla