Haiku nº 9. Autor: Taigi
しづまれば流るゝ脚や水馬
shizumareba
nagaruru ashi ya
mizusumashi
  Cuando (el río) se calma
las arañas de agua
fluyen por su superficie
Textualmente, este haiku dice: "Cuando se tranquiliza / fluir patas: / mizusumashi". Se hace necesario, pues, proyectar sobre él una imaginación capaz de cubrir los excesivos silencios del poema. El sentido que para nosotros es el más probable es el apuntado en nuestra traducción, pero gramaticalmente habría alguna otra posibilidad legítima de traducción.
¿En qué consiste la dificultad de este haiku? En que se compone de cuatro palabras. Cuatro palabras para captar una escena del mundo natural en la que podemos ver a unos pequeños insectos con aspecto de araña (en realidad son coleópteros) que fluyen por encima de la superficie en calma del agua. Insectos que fluyen sobre un agua quieta. Estos son los dos polos internos de este haiku. Por una parte una tranquilidad de agua, necesaria para que sea posible ver a estos insectos y para que ellos se comporten según la naturaleza que les es propia, y de otra parte el fluir, en este caso no de agua sino de insecto. Shizumaru (estar en calma) y nagaruru (fluir) son los dos trozos de sílex que al frotarlos hacen saltar la chispa en este haiku.
¿Dónde está "el secreto" de este haiku, el guiño que hace el autor al lector de paladar más fino? En el nombre del insecto. Mizusumashi significa literalmente "imita al agua". Por qué los japoneses cuando quisieron nombrar a este insecto echaron mano del verbo sumasu me ha dado mucho que pensar: en qué podía este insecto "simular" ser agua. Desde luego, no porque se confunda con el agua como la medusa o tenga color transparente como algunos pececillos (los shirauo). Creo que la respuesta está en este mismo haiku: en su capacidad de fluir. Normalmente, el verbo nagareru (arcaico nagaruru) sólo se emplea para el agua o las nubes, exactamente como en castellano el verbo "fluir". Pero en este caso, puede decirse -el poeta lo hace- que estos insectos son "el fluir que tiene el agua... cuando el agua no fluye".
¿Hay algo más? Tal vez sí. Siempre lo hay, aunque no siempre sepamos si acertamos al sugerir nuevos niveles de interpretación o nos los estamos inventando. En este caso, tal vez no sea sacar las cosas de quicio (y más conociendo al autor) decir que el poeta puede estar asistiendo a una escena "divertida" de la naturaleza: unos insectos gozando de su ir y venir, como patinando por encima de la superficie del agua. La quietud del agua, tan cara a los hombres del zen, no ha sido respetada por aquellos que pertenecen a la propia Naturaleza; ésos que no van de visita ni son sus contempladores vocacionales; simplemente, son naturaleza. Y hacen con ella lo que les place; y si quieren, rompen su "belleza". Unos cuantos insectos aprovechan que el agua está como un espejo para hacer su deporte preferido, un deporte que con milenios de retraso fue imitado por los hombres en forma de surfing. Es curioso: en este caso, los hombres han acabado imitando a unos insectos que imitaban al agua.
Vicente Haya