Haiku nº 2. Autor: Ryûnosuke
死病えて  爪うつくしき  火桶かな
shibyô ete
tsume utsukushiki
hioke kana
  Enferma ya de muerte...
¡Sentada al brasero,
qué hermosas sus uñas!
Es un haiku de gran fuerza y patetismo. Los elementos que lo conforman son: una mujer, unas uñas hermosas, una enfermedad mortal y un brasero. Son más que suficientes. Al poeta le ha llamado la atención la hermosura de las uñas de una mujer que agoniza. Seguramente es una mujer de su familia, pues de otra forma no usaría el verbo "eru" (que normalmente se usa para "conseguir algo bueno" y sólo cuando se lo atribuye uno a sí mismo para algo malo). Tal vez su propia esposa, a la que sigue viendo hermosa ("sus lindas uñas") a poco de que ella se encuentre definitivamente con la muerte. Este es el secreto del haiku: aparentemente éste es un haiku dedicado a unas uñas hermosas de una mujer que va a morir. Analizado en profundidad, es un haiku de amor. Alguien que no amara, vería cualquier otro signo de decandencia de los muchos que preceden a la muerte.
Hay, además de esa mirada de amor que hace bellas las cosas, muchos componentes a medias ocultos en este haiku: por ejemplo, un sentimiento de lo frágil que es la vida. La vida, que consigue adoptar formas que nos cautivan, y que -hasta su último instante de vida- va a querer aferrarse a su belleza: esa mujer está enferma, mortalmente enferma, pero ni así ha dejado de cuidar sus uñas. Y se refugia junto al brasero. El frío se va apoderando del cuerpo de ella, como se apodera de la naturaleza en invierno, y va cercando por fuera y por dentro a esta criatura moribunda. El calor que la anima va mitigándose en su interior; suple la falta de calor vital con un brasero. La fragilidad a nosotros los seres humanos nos simpatiza, pero no a la naturaleza, que no tiene piedad con sus criaturas. También la belleza está destinada a la muerte. También el amor está destinado al dolor de la separación.
Una mujer enferma de muerte, unas hermosas uñas, un brasero. Y tras estas diecisiete sílabas, una muerte real, no literaria. Nada más. La vida continúa sin darnos la menor posibilidad de detenerla con nuestro juicio de aprobación o desaprobación.
Vicente Haya