V. Banquete de moscas
A veces el haiku me sorprende cuando menos lo espero. Allí está, es claro como el agua. Para mi suerte, suelo cargar algo donde registrarlo antes de que se esfume en el vaivén de mi memoria.
Pero ¿qué pasaría si una vez que lo he atrapado, intento captarlo desde otro encuadre? Es decir, dar marcha atrás con lo que ha tocado mi atención y reformularlo a partir de todos aquellos elementos que han quedado fuera de mi primera impresión.
A continuación un poco de ello:




Digamos que el haiku se multiplica en la medida que la realidad incide sobre él. Menos mal que en todo haiku la última palabra siempre la tiene el lector.
Israel López Balan