El siglo XX
A partir de la figura de Shiki, el haiku se convierte en Japón en un maremágnum de escuelas, tendencias y teorías más o menos dispares.
Hiroshima, 1945
Hiroshima, 1945: estragos
de la bomba atómica
Por otra parte, la influencia en la poesía de la convulsa realidad política y social del país a lo largo del siglo es muy notoria, pues irá inspirando y surtiendo de nuevos temas (guerras, occidentalización, desarrollo, humanismo...) a muchos creadores en todos los ámbitos artísticos, no sólo el literario.
Discípulos de Shiki: A pesar de los vaivenes, algunos poetas de finales del siglo XIX se mantienen próximos al estilo y a las premisas poéticas del maestro. Seguidamente destacamos tres nombres.
Meisetsu Naitô (1847-1926): Quizá el más fiel de todos ellos, fue amigo íntimo y colaborador de Shiki. Su haiku es de corte clásico y muy próximo a la observación directa.
Hekigodô Kawahigashi (1873-1937): Compone al principio haiku muy tradicionales para ir evolucionando posteriormente hacia una poesía mucho más libre. Es el cofundador, junto a Seisensui, de la revista Sôun, en la que se perfiló la escuela Shinkeikô de renovación profunda del haiku clásico.
Kyoshi
Takahama Kyoshi
Takahama Kyoshi (1874-1959): Es considerado por muchos el mayor poeta de haiku del siglo XX. En 1902, a la muerte de Shiki, asume la dirección de la revista Hototogisu, que fundara el propio maestro. Su obra supone una vuelta al clasicismo de los viejos maestros, pues respeta la pauta característica 5-7-5 y se convierte en férreo defensor de la palabra de estación dentro del haiku, en clara respuesta a las tendencias más innovadoras.
La escuela Shinkeikô: Supone, como hemos dicho, una ruptura traumática con la ortodoxia dentro del haiku. En ella se preconiza la libertad en la métrica o la temática. Hay una renuncia a la palabra de estación pero se tiende a introducir, en contrapartida, un cuarto verso en el haiku que le confiere más capacidad explicativa. Además de Hekigodô, dentro de esta escuela destacan autores como Josha, Ippekirô, Issekirô, Ôsuga y, sobre todo, Seisensui (1884-1976), de espíritu tan liberal que sus haiku prácticamente dejan de ser tales para convertirse más bien en bellas poesías instantáneas sin apego alguno a reglas estrictas de composición. Terminó fundando su propia escuela, en la que destacó como discípulo Santôka (1882-1940), vagabundo en la vieja tradición de Bashô o Issa cuya poesía supone ciertamente la tendencia más innovadora y heterodoxa vista hasta entonces.
Las cuatro eses: La época llamada de tal forma, enmarcada en los primeros años de la era Shôwa (a partir de 1926), tiene como protagonistas a cuatro grandes poetas como fueron Seishi (1901-1994), Shûôshi (1892-1981), Sujû (1893-1976) y Seiho (n. en 1899). Los dos primeros fueron defensores, como Kyoshi, de la palabra de estación, y buscaban escribir "con materiales nuevos pero hondamente concebidos". En cuanto a Suyû y Seiho, siempre practicaron un estilo descriptivo cercano a Shiki y Kyoshi.
Otros poetas del siglo XX: La tónica dominante del haiku japonés hasta nuestros días es la profusión de estilos y formas.
Tokio, 2000
Tokio, año 2000
A lo largo del siglo han destacado el realismo de Kiyô, el naturalismo de Bosha, el haiku concreto y humano del grupo formado por Kusatao, Shûson y Hakyô o la sensibilidad femenina de Hisajo, Tatsuko (hija de Kyoshi), Teijo y, sobre todo, Takako. Más recientemente han despuntado nombres como Tôta, Hiryoshi, Goro, Hiroaki, Ryu o las poetisas Tae y Yoko.
Presente y futuro del haiku en Japón: Nada hace presagiar hoy por hoy una nueva fase de decadencia del haiku: su pujanza y actualidad nos indican más bien todo lo contrario. Muchos periódicos y revistas nipones dedican diariamente columnas y secciones específicas de haiku de nuevos autores. Y puesto que el índice de analfabetos en Japón es nulo, sería muy difícil encontrar un japonés que a lo largo de su vida no haya intentado componer algún haiku al menos una vez. Su afabilidad y facilidad de composición son una forma de unir en la cultura a personas de índole completamente dispar. Pero ¿puede sobrevivir una forma poética como ésta, que se basa fundamentalmente en la observación, la calma espiritual y el contacto directo con la naturaleza, en un tiempo en que la población (fundamentalmente la urbana) ha perdido muchos de estos valores y vive, diríamos, a toda prisa, sin "observar"? Sorprendentemente, la respuesta es un rotundo sí. El haiku no es ningún tipo de género poético en peligro de extinción: la producción nacional en Japón se estima en varios millones de haiku al año. Así las cosas, la reflexión nos lleva a considerar como una especie de milagro la conjunción, en los albores del siglo XXI, de la nación ultramoderna, funcional y a menudo deshumanizada, con el haiku, reliquia poética de la más pura tradición cultural de Japón, que, lejos de cualquier tipo de anacronismo, se engarza con naturalidad en la cotidianidad y el devenir de los habitantes de este fascinante pueblo.
Luis Corrales Vasco